
Los cuentos de hadas enseñan a los niños cómo es el mundo en el que viven y cómo son las personas que habitan en él. Responden a cuestiones cómo la importancia de conocerse a uno mismo y las consecuencias de los actos. Sin embargo, no ofrecen soluciones concretas sino que a través de la magia hacen que nuestros hijos utilicen la imaginación para decidir cómo aplicarse a sà mismos la historia narrada acerca de la vida y la naturaleza humana. Además, utilizan el mismo lenguaje que el niño, adoptan su modo ‘animista’ de concebir el universo lo que hace que a los más pequeños les resulten más convincentes que cualquier lección que le pueda dar un adulto. Entonces, ¿en qué grado les benefician?

Los pequeños de la casa viven con gran ilusión la caÃda de sus primeros dientes. Sobre todo, porque saben que recibirán la visita de El Ratoncito Pérez, ese ser que al dejarle un diente de leche bajo la almohada, premia con un regalo o dinero. Los orÃgenes de esta fantasÃa son diversos. En España, debe su inicio al Padre Luis Coloma, quien en 1894 escribió el cuento para el infante Alfonso XIII con el objetivo de hacerle olvidar el dolor y la experiencia traumática de perder el primer diente. Como todos los cuentos de hadas, El Ratoncito Pérez es un mecanismo frente a una realidad que los niños no llegan a comprender. ¿Es bueno que crean en estas fantasÃas? ¿A qué edad es recomendable contarle la verdad?